martes, 1 de julio de 2014


Vacaciones, sí,
pero... ¿qué vacaciones?
Terminado el curso, con los peques y no tan peques en período de vacaciones, ha entrado una FIEBRE en nuestros cuerpos y en nuestras familias, El tema central es el de las VACACIONES. Algunos, en plan familiar, con todo lo que ello conlleva de preparativos, de traslados, etc.; otros, buscándose sus propios caminos, sin “trabas” familiares y abiertos “a lo que salga”, otros, acaso, por imponderables de la vida, resignándose a “esperar” otra oportunidad que no se sabe cuándo llegará. El tema resulta recurrente; a veces, hasta visceral, porque da la sensación de que nadie quiere ser menos que los demás.
El ritmo de vida nos está abocando a un estilo que realmente necesita de “escapes”, para descargar toda la tensión acumulada a lo largo de los meses, de los distintos compromisos, y busca esos “oasis” donde sean posibles los pequeños o grandes “milagros” que tonifiquen nuestra vida, a veces para “seguir tirando”, en otras, para rehacer en serio nuestra precaria situación, estresante y peligrosa, en tantos aspectos.
Cuando se sigue planteando el modo de esos días de descanso y vacación, a mí se me encienden las “Luces de alarma”. Que... ¿por qué? Simplemente, escuchando los “proyectos” que se están programando. Los enormes desplazamientos, con muchas horas de viaje; los innumerables “compromisos” que van a tener lugar cuando se llegue a destino; las interminables “horas solares” de la playa, y un largo etcétera que enfervoriza al personal...
Detrás de todo ese “montón de proyectos”, descubro que queda muy poco tiempo precisamente para eso, para la VACACIÓN, para el DESCANSO. ¿0 será que después de “estas vacaciones”, habrá que programar otras para descansar y recuperarnos del cansancio que ha acumulado nuestro pobre y castigado cuerpo? ¡Qué paradoja!
Es posible que algunos penséis que el que escribe esto es un amargado porque no puede “ir de vacaciones”. Sí me gustaría brindar por unas “vacaciones más humanas” que sirvan para descansar y recuperarse física, sicológica, anímica, familiar, relacional e, incluso, espiritualmente. Algunos apuntes:
- con tiempos de relajación: descanso más prolongado, para recuperarse de la marcha forzada del ritmo de vida...
- con tiempos para el encuentro: con la familia, con los amigos... para compartir la vida, las inquietudes, los proyectos de futuro...
- con tiempos para el paseo tranquilo con la persona que amas y con la que te has unido o vas a unir tu vida y tus proyectos; en un ambiente que favorece la comunicación de vida...
- con tiempos para la lectura, más allá de las revistas del corazón o del periódico, con sus “eternas y repetidas” (por desgracia) noticias de siempre. Y si la lectura es compartida... ¡más enriquecedora!..
- con tiempos y momentos para la fiesta con los tuyos, con los “amigos de siempre” y que en tantos momentos... ¡tanto bien nos han hecho! Encontrarse con los “orígenes” es muy saludable y tiene un don recuperador...
- con tiempo para disfrutar de la naturaleza y con tantos otros dones que nos ofrece a raudales, y que en la vida de cada día nos resulta complicado descubrirlos, saborearlos y hacerlos nuestros...
- con momentos para el cuidado espiritual, porque eso le da un TONO especial a nuestra vida. “Espiritual” no es sinónimo de “ñoño”, sino una vida con “espíritu” sano, abierto, con sentido, iluminado.
Podríamos añadir “notas” a esta reflexión. Si tú ya vives tus vacaciones con un “estilo” propio y que merece la pena... ¡me alegro! Olvídate de todo esto y... ¡feliz descanso!..
 

                                                                                Juan Jaúregui

sábado, 26 de abril de 2014


Testigos de su Resurrección
Ser testigo de la resurrección es algo muy hermoso, pero, dada la cultura de muerte que impera entre nosotros, exige no pocos compromisos. Por ejemplo, el testigo de la Pascua debe:
Luchar contra todo lo que origina muerte y conduce a la muerte, contra los violentos e injustos, contra los que siguen crucificando la vida y sembrando corrupción. Defender la vida en plenitud.
Esta defensa vale para la naturaleza toda. El hombre de Pascua debe ser mejor ecologista.
Combatir por lo mismo, las causas de la pobreza. Las estructuras opresivas e insolidarias, el egoísmo que anida en el corazón del hombre y en el corazón del mundo.
Defender la libertad verdadera contra toda situación esclavizante. Esta situación puede ser íntima e individual, puede ser familiar, social y aún eclesiástica. “Para ser libres nos liberó Cristo” (Gál 5,1). La Pascua es siempre fiesta de liberación.
Trabajar por la paz. La paz es también un don de la Pascua que Cristo resucitado ofrecía a sus discípulos. Una vez conseguida después de dura batalla. El que vive la Pascua debe irradiar la paz y debe construir la paz, dondequiera se sienta herida o amenazada. Es ministro de la reconciliación y apóstol de la no-violencia. Defiende y trabaja por la paz de Jesucristo.
Ser testigo de alegría y esperanza. Saber dar razón de nuestra fe ante todos aquellos que no creen en la primavera y no quieren florecer. Decir que los ideales son necesarios y que las utopías son posibles. No tienen razón los mediocres, los conformistas, los rutinarios. Desde que resucitó nuestro Señor Jesucristo, todas las metas son alcanzables.
Vivir en la verdad. Nos hemos acostumbrado  no sólo a decir mentiras, sino a vivir en la mentira; es decir, a no sentir lo que decimos, a no expresar lo que pensamos, a no cumplir lo que prometemos, a no ser lo que aparentamos, a no vivir lo que creemos y profesamos. Tantas verdades a medias y tantos intereses no confesados. Pero la Pascua es luz, transparencia total. El hombre resucitado se esfuerza por desenmascarar la hipocresía de la vida.
Vivir en el amor. Es el secreto último de la Pascua y la fuerza que lleva a resurrección. Un hombre resucitado es un hombre que perdona, que comprende, que sufre, que comparte, que se entrega. En una sociedad egoísta e inmisericorde, él debe poner misericordia. “Él debe ser el corazón de un mundo sin corazón”.
                                     Juan Jáuregui

 

 

 

 

domingo, 13 de abril de 2014


¿Cómo celebrar
el Triduo Pascual?
Propuesta para los que se van de vacaciones
Muchos os vais a tomar el aire, el sol, el mar; os vais a descansar y a relajaros. Creo que es una de las cosas que necesitamos para poder ser y vivir «como Dios manda». Con nervios, no hacemos las cosas bien; las hacemos «nerviosos» y por eso nos sale lo que no queremos...
Quizás no puedas participar en las celebraciones del Triduo Pascual. Pero hay cosas que sí se pueden hacer. 
JUEVES SANTO
Dar sentido especial al pan y al vino el día de Jueves Santo, cuando el Señor tuvo la ocurrencia de elegir estos dos elementos como signos de presencia. La presencia es comida (pan). La presencia alegra el corazón (vino). La presencia nos alimenta «¡Qué bueno estar a tu lado, parece que ya no necesito nada, contigo lo tengo todo!».
Este día Jueves Santo, sobre todo en la cena, introducir el pan en la mesa de manera especial, sin partir, en una bandeja adornada; el padre o la madre que diga algo sobre el pan: Gracias Señor por el pan, lo ganamos con nuestras manos; lo traemos a casa y es alimento y alegría; aquí lo repartimos y compartimos. También lo compartimos con otros y damos de nuestro pan a otros cuando damos algo nuestro (tiempo, dinero, compañía, sonrisa). El pan que no se comparte, que sólo se guarda para «los de casa» es pan egoísta... Hoy te bendecimos, Señor Dios nuestro, porque Jesús escogió el pan para hacerse presencia con nosotros, para compartir; para ayudamos a descubrir la profundidad de nuestra vida de amor y de entrega. Después se parte, a ser posible con la mano, no con cuchillo, que es algo frío, y se va repartiendo a todos. Comer todos juntos el primer bocado, mojar todos en el mismo planto algo. Leer algún pasaje de la cena de Jesús en este momento. Veis, son cosas sencillas y pueden tener sentido profundo. Si quieres más profundidad: Hablad de cómo unos para otros somos «pan», cómo la presencia de unos y otros es alimento verdadero, necesario, querido… Esto ayudará a entender lo que Jesús dijo: «Yo soy el verdadero pan con el que os podéis alimentar».
VIERNES SANTO
Este día tiene sentido poner en el centro de la casa una Cruz y una vela encendida. Para nada en especial. Para recordar que la Cruz es el centro de la vida cristiana y humana. Con una cruz vamos todos, o con muchas; a lo mejor es pequeña, a lo mejor es grande; cruz y cruces llevamos todos.
Y nuestra señal de cristianos es la de hacer la Cruz, llevar unos las Cruces de los otros y ayudar a otros o ser ayudados para llevar la nuestra. Jesús nos precedió en esta historia... Que, ¡vaya historia! Pero con Él, tirando delante, la «cosa» está más animada...
Por la noche, cuando haya más «personal en casa», quizás antes o después de cenar, apagar todas las luces, dejar sólo la luz de la vela alumbrando la Cruz, y hacer silencio o rezar el Padrenuestro o hacer la señal de la cruz o pedir que Él nos ayude a llevar nuestra cruz y un poquito de las cruces de los demás...
SÁBADOSANTO
Es día de tomarse un tiempo de silencio y de saber esperar. Cuando se espera y se da tiempo a la gente, al final, aparece la vida. El Sábado Santo es día de nada, de vacío, sólo de la espera esperanzada. El sábado santo que vivimos cada uno personalmente puede ser un «largo sábado» con más de 24 horas..., pero no pasa nada.
Es día de buscarte cinco minutos de soledad y pensar en ti, en los demás. El día de tomar en la mano las esperanzas que tenemos y creer que florecerán.
VIGILIAPASCUAL
Es la primera y principal celebración cristiana, la más bonita y poética. En algunos sitios hacen cosas preciosas... Busca un sitio donde puedas vivir participativamente de la celebración. Es larga; si entras en ella, verás qué bonita y profunda es. ¡Ojalá pudieras asistir! Existe el domingo a lo largo del año porque existe esta Vigilia, porque es verdad el acontecimiento que en ella celebramos: la Resurrección de Jesús. Sin la Resurrección, vana sería nuestra fe.
DOMINGO DEPASCUA
Es el día de los días, el día más grande de los cristianos. Haced el favor de poneros guapos, guapísimos. ¡Como nunca! ¡Es Pascua! No hay fiesta mayor que ésta. ¡Que se note! Y que se note hasta descorchando una botella de vino. Sí. ¿Por qué no? La fiesta pide eso y todo lo que sea. Tenemos un Dios de vida, tenemos un Dios que nos llama a vivir, tenemos un Dios que nos sacará del túnel, tenemos un Dios que hoy demuestra que es capaz de vencer las tinieblas. No ha podido la muerte con Él. Esto es lo que celebramos. Y no es que lo celebremos en El, es que lo que a Él le pasa nos está prometido que nos pase a nosotros. No somos seres para la papelera, para la muerte, para el silencio, para la nada. Somos seres para la vida, para vivir siempre. Esta es nuestra fe.
                                                                  Juan Jáuregui
 

 

jueves, 6 de marzo de 2014



Imperativos cuaresmales
Comienza la Cuaresma. Puedo ponerme el propósito de ir practicando estos 5 imperativos cuaresmales:
Adelgázate
Tiene que ver con el ayuno. Pero no con el ayuno corporal, sino el espiritual.
Ayuno de orgullos, de apegos, de lujos, de vanidades, de ambiciones, de codicias... Adelgaza tu ego, vacíate de ti mismo, anonádate. Tiene que ver, naturalmente, con la pobreza y la humildad.
Levántate
Puede que te sientas cansado y abatido, tal vez caído y derrotado. Tal vez se deba a tu comodidad y conformismo, tal vez a circunstancias desfavorables —tantas crisis—. Te faltan fuerzas y te falta esperanza.
Si tú solo no puedes levantarte, pide ayuda. Y no lo olvides, Cristo está a tu lado y te tiende su mano poderosa, y te «alienta» con su Espíritu.
Escucha
Tiene que ver con la oración. Y, ya sabes, no basta con repetir pala­bras, haz silencio en ti y escucha la Palabra. Sin prisas. Escucha también al hermano, sin prisas. Escucha los signos y los ecos espirituales de cada día, sin prisas.
Libérate de ruidos, de sueños, de imaginaciones, de diversiones, de preocupaciones y temores, de prisas y nerviosismos.
Escúchate a ti mismo, en profundidad. Escucha siempre a Dios.
Sal
Tiene que ver con la misión. Sal de tu tierra, de tu casa, de tu cená­culo.
Y ponte en camino, ve.
Ve a otra tierra, ve a mi viña, la mies es mucha; ve a la periferia, a los pobres y marginados, a los que están solos. Ve al que no pueda o no quiere venir.
No vayas a conquistar, ve a ofrecer, un poco de luz, un servicio, una amistad.
Comparte
Tiene que ver con la caridad. Comparte los bienes y los panes, que no haya tantas y tan injustas desigualdades. Y no te limites a compartir lo que te sobra...
Comparte la fe: No tengo oro ni plata, pero te doy lo que tengo, a Je­sucristo. Evangeliza.
Comparte tus talentos; son muchos, Dios te los ha dado, pero no son para ti. A servir.
Comparte tu tiempo, un bien tan valioso. Comparte tus sentimientos, de alegría y esperanza, o de pasión.
Estos cinco imperativos se reducen a uno: Ama
 

sábado, 19 de octubre de 2013


"Fe + Caridad = Misión"

§  Fe y Caridad. No es legítimo separar, y me­nos, oponer, fe y caridad, dos virtudes teologales íntima­mente unidas. "La existencia cristiana consiste en un continuo subir al monte del encuentro con Dios para después volver a bajar, trayendo el amor y la fuerza que derivan de este, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios" (Bene­dicto XVI). Contemplación y acción están llamadas a coexistir e integrarse. La acogida sal­vífica de Dios, su gracia, su perdón por la fe orienta y promueve las obras de la caridad.
§  Misión. La mayor obra de caridad, que nace de la fe, es la evangelización. -Nin­guna acción es más benéfica y, por tanto, caritativa hacia el prójimo que partir el pan de la Palabra de Dios, hacerle partícipe de la Buena Nueva del Evangelio [...]: la evangelización es la promoción más alta e integral de la persona humana" (íd.). El anuncio del Evangelio se convierte en una intervención de ayuda al prójimo, justicia para los más pobres, posibilidad de instrucción y asistencia médica en lugares remotos, entre otras implicaciones sociales.
CARTEL
§  El lema, "Fe + Caridad = Misión", es presentado con trazos claros y firmes, a modo de axioma. El recurso de la pizarra evoca que estamos ante una afirmación que implica adhesión e interiorización. "No os canséis de educar a cada cristiano, desde la infancia, en un espíritu verdaderamente universal y misionero, y de sensibilizar a toda la comunidad para que sostenga y ayude a las misiones según las necesidades de cada una" (Francisco).
§  La fotografía del papa Francisco, besando el pie que previamente ha lavado, recuerda las palabras de Jesús en el primer Jueves Santo de la historia: "Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis" (Jn 13,15). En medio, la cruz del pectoral del Santo Padre. La contemplación de la escena recuerda a los misioneros y mi­sioneras, que viven la experiencia gozosa de salir de uno mismo para ir al encuentro de los otros en actitud de servicio y donación.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Comienzo de curso:
"En camino...
Volver a lo esencial"
Al comenzar un nuevo curso en nuestras tareas pastorales podemos fijarnos en tres imágenes de gran fuerza evocadora: el "camino", la "vuelta" o el retorno, y "lo esencial" o "la esencia".
El símbolo del "Camino" nos evoca el éxodo, el seguimiento, el proceso espiritual o la aventura en el Espíritu. Nos habla de nuestra condición de peregrinos, de nuestra vocación a entrar en contacto con Dios.
El símbolo de la "vuelta" o "volver" nos indica la dirección de nues­tro caminar. Y nos evoca el retorno, la vuelta a casa.
La expresión "lo esencial" podría entenderse en clave simbólica: "la esencia" nos evoca el perfume y el aroma en suma concentra­ción, nos refiere a lo "nuclear", a la fuente del ser. Es "lo único necesario", "la perla preciosa", "el tesoro".
La combinación de estos tres símbolos (camino, vuelta y esencia) expresa el triple dinamismo de la vida: hacia delante, hacia arriba y hacia el centro.
Hemos iniciado un nuevo curso: actividades, tareas, compromisos… No estaría mal que dedicáramos un tiempo a reflexionar hacia dónde va lo que hacemos, por qué lo hacemos, sobre qué valores asentamos nuestro vivir y nuestro obrar.
En nuestra Comunidad Cristiana, comenzamos también las distintas actividades pastorales (en el centro de esta hoja tienes un resumen de ellas). Consolidar, enriquecer, ayudar, orar, participar, implicarme, aportar, comprometerme, esforzarme, conocer, formarme, meditar, buscar, discernir, reflexionar, comunicar, leer, responsabilizarme, descubrir, celebrar, convertirme, consolar… son algunos verbos (que llevan implícitas unas actitudes importantes) que convendría conjugar vitalmente para no olvidar nuestra responsabilidad en la construcción de una Comunidad Cristiana más auténtica, más evangélica, más de Jesús.
Buen curso para todos.

miércoles, 10 de julio de 2013


DESCUIDOS
La vida está repleta de descui­dos. Nos olvidamos de sacar la basura o de pasear al perro, de ir a comprar a la panadería las dos barras que nos han en­cargado o de devolver a la biblioteca el libro prestado, de felicitar los cumplea­ños de los amigos o de comprarles el re­galo. Generalmente, todos somos poco cuidadosos y algunos muy descuidados, aunque existan también esas personas obsesionadas con la precisión y el orden, con estar siempre en el momento exacto en el lugar indicado. Hasta se sienten mal si algo se descuadra de su mapa mental, o cuando olvidan el más mínimo detalle.
Pero existe además otro tipo de per­sonas, un tipo maravilloso de gente, que no se preocupa por simples cosas, lugares y fechas. Para ellas, hacer algo es útil y bueno para alguien; ir a un si­tio es encontrarse con él o con ella; re­cordar un día significa acordarse de quien es para uno importante. Nada, nunca y ningún sitio vacíos de alguno, de alguna, de alguien. Para esas perso­nas, un descuido es realmente grave, porque significa descuidarla o descui­darle.
Encontrar a estos cuidadosos no es fá­cil, porque nuestras vidas son muy rápidas y están muy ocupadas: llenas de ta­reas y faenas, que no dan lugares ni tiempos para preocuparnos por lo impor­tante, ni siquiera por las personas a las que queremos y que nos quieren. Sin cuidado, llegamos a convertir el cuidado en una tarea: llevar a los niños al cole­gio, visitar a nuestros padres, escuchar los problemas de los amigos, ir a misa... se transforman en ocupaciones.
Desde este punto de vista, los descui­dos claro que son un asunto relevante, porque en aquello que he de hacer, en el lugar donde he de ir, en el tiempo que he de emplear, está mi hijo, mi madre, mi amigo, mi Padre... Así se entiende ese tipo de descuidos llamados eclesialmen­te «pecados de omisión». Nuestras ac­ciones repercuten en otras personas, para bien o para mal, así como nuestras omisiones. Pero, sobre todo, son estas las que, en tanto que «descuidos de personas», pueden moldear unas acciones que aparentemente se nos muestran bue­nas y amables.
En nuestra rutina ocupada, son los simples descuidos (de olvidar pasear hoy al perro que tanto quieren mis hijos; de comprar el pan que le gusta a mi mujer; o de llamar al amigo que hace meses que no veo, con la mera excusa de felicitarle en su cumpleaños) algo así como llama­das a reconocer en nosotros los descui­dos más graves, los descuidos persona­les, y a volver —o empezar— a cuidar a los demás.
Juan Velázquez